miércoles, 8 de diciembre de 2010

Ir más allá: ¿Cómo?

[Torre de refrigeración de una central nuclear (de fisión).
Imagen procedente de http://www.energia-nuclear.net/]

"En ancha corriente se precipitan hacia delante las aguas del progreso.
¡Adelante; siempre adelante!
¡Impetuosas, cada vez más impetuosas!¿Hacia dónde?
¿hacia el idílico jardín de un feliz futuro?
¿O, quizás, a precipitarse en un abismo?
¿Quién podría saberlo?"

(Del libro El drama fascinante de la investigación nuclear, de WERNER BRAUNBEK; versión en castellano del catedrático de la Universidad de Barcelona José María Vidal Llenas; editorial Labor, ca. 1960)


En el último capítulo  del libro citado (El drama fascinante de la investigación nuclear, apasionante recorrido que hace Werner Braunbek por la historia de la investigación del núcleo atómico; historia que comenzó en febrero de 1896 con el descubrimiento de la radiactividad natural de las sales de uranio por Becquerel), el físico alemán (profesor emérito de Física Teórica en Tubinga) se plantea tan inquietantes preguntas.

Ante ellas, según el autor, caben imaginarse tres visiones.

[Imagen de nuestro Sol; procedente de http://www.scienceknowledge.org/]


Una visión optimista, idílica, donde el ser humano viva en armonía, sin tensiones ni conflictos entre las naciones, sin guerras por el control de las fuentes de energía, de las materias primas no renovables, porque sería una era de paz, de abundancia y prosperidad (¿llegaría ésta también para los más pobres?, me pregunto), hecha posible por el dominio de la poderosa y limpia fusión nuclear del inagotable hidrógeno, obtenido del agua de los océanos con un mínimo coste energético en comparación con la ingente cantidad de energía proporcionada. Es la misma energía del Sol, que un día los hombres controlarán en sus reactores de fusión. 

[Reactor de fusión del ITER; imagen procedente de http://www-fusion.ciemat.es/]

Pero, triste y trágicamente, la visión opuesta, pesimista, catastrofista, también es posible según Braunbek (recordemos que el libro al que hacemos referencia está escrito en plena Guerra Fría, en un momento álgido de tensión), visión horrible en la cual una guerra atómica provocaría destrucción y desolación sin precedentes.

[Explosión atómica en una prueba; imagen procedente de http://blog.espol.edu.ec/]

En este escenario de muerte, grandes extensiones quedarían contaminadas por la radiactividad, dejando a nuestra especie, ésa que fue llamada Homo sapiens, al borde del precipicio, en una existencia miserable en la cual los supervivientes tendrían que comenzar casi desde cero un nuevo y duro camino evolutivo.

[Residuos radiactivos; imagen procedente de http://desenchufados.net/]



Mas, también, Braunbek imaginaba hace cincuenta años un tercer escenario posible para el futuro (que correspondería a una visión ecologista estándar actual). En él, el tóxico radiactivo de los residuos almacenados largo tiempo va escapando gradualmente del control previsto. Fugas (producidas, por ejemplo, por movimientos subterráneos o por la corrosión de los recipientes almacenadores) sutiles y radiactivas que contaminarían poco a poco, pero trágicamente, aguas, suelo y atmósfera. La radiación iría actuando silenciosamente, "nadie muere por su culpa" pero "actúa incansable, día y noche, de generación en generación". Surgirían mutaciones y nacerían seres portadores de todo tipo de anomalías.


"¿Quién sabe?", se pregunta Braunbek.
"¿Quién sabe hacia dónde empuja la corriente?
¿Quién tendrá el valor de decir:"Yo sé que es esto, o esto, o lo otro, lo que ocurrirá dentro de cien, o dentro de doscientos años"?.
Y ¿quién puede atreverse siquiera a afirmar: "Yo sé que esto no será"?".


Concluye el profesor alemán:

"En ancha corriente corren más allá las aguas del progreso.
¿Es posible contenerlas?
¿Es posible encauzarlas ordenadamente?
Contenerlas, es seguro que no".

No podemos frenar el progreso y el avance de la ciencia; el hombre no lo ha hecho nunca y no hay motivos para pensar que lo haga en el futuro. Siempre ampliando el campo de conocimientos y los campos de conocimiento, en búsqueda sin término de porqués, descubriendo nuevos hechos con nuevos y cada vez más potentes y sofisticados instrumentos (nuevos hechos, nuevas preguntas). Para satisfacer su curiosidad innata, tan característica de Homo sapiens, de saber, de comprender; el saber por el saber y también, por supuesto, buscando aplicaciones prácticas para el progreso de la especie en un mundo difícil. No se puede contener esto, por tanto, no nos queda otro remedio que poner todos nuestros esfuerzos y recursos, intelectuales y materiales, para encauzar ordenadamente la ancha corriente de las aguas del progreso. Y aquí, sin duda, para resolver el cómo, habrá mucho que discutir. Y la sociedad deberá estar preparada. Es decir, con una formación adecuada para valorar críticamente los acontecimientos y poder dirigir su destino de forma serena y favorable, tanto como le sea posible.



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