jueves, 11 de diciembre de 2008

José Celestino Mutis, defensor del sistema copernicano




Resulta difícil creer que a comienzos del siglo XIX todavía hubiera quien, obstinadamente, se negara a aceptar el sitema heliocéntrico de Copérnico, como si los trabajos de Galileo, Kepler y Newton no hubieran demostrado sobradamente cuál era el movimiento de los planetas, y nuestra Tierra como uno más entre ellos, alrededor del Sol. Entre estos obstinados hombres cultos (pero de muy escaso espíritu científico) estaban los agustinos, que seguían empeñados en la defensa a ultranza del antiguo sistema geocéntrico de Ptolomeo.


Nada que ver la postura de los agustinos con la del naturalista y sacerdote José Celestino Mutis (Cádiz, 1732; Santa Fe de Bogotá, 1808), abierto siempre a los nuevos conocimientos, sin poner por ello en peligro su fe religiosa. Mutis, inteligentemente, acomoda la teología a los nuevos, y consistentes, descubrimientos de la ciencia, sin que ambas entren en conflicto.


En 1762 expuso en el continente americano los principios del sistema copernicano y de la ciencia moderna, basada en el método experimental implantado por Galileo, siendo denunciado ante la temida Inquisición que, no obstante, le absolvió. Posteriormente, en 1774, se vio obligado a convencer a la Santa Inquisición (empeñada en entorpecer todo avance) de la ineludible necesidad de la enseñanza de los nuevos principios de la "filosofía natural" y del sistema copernicano.


A comienzos del siglo XIX, cuando Mutis es un reconocido científico, escribió un informe, redactado junto con el canónigo Manuel Andrade, vindicando el sistema de Copérnico. Seleccionamos aquí un fragmento de este informe, tomado de "El sabio Mutis. Vida y obra de un gaditano universal", de Paz Martín Ferrero (Diputación de Cádiz, 1985, pág. 132):


"Querer establecer fija la Tierra es lo mismo que querer derribar todos los principios de la mecánica, de la física y aún toda la astronomía, sin dejar auxilio ni fuerza en lo humano para poder satisfacer.


Estas reflexiones se han hecho ya en casi toda Europa. No hay reino que no sea newtoniano y por consiguiente copernicano, mas no por eso pretenden ofender (ni aun por imaginación) a las sagradas letras que tanto debemos venerar. El sentido en que estas hablaron es clarísimo y que no quisieron enseñar la astronomía, sino darla solamente a entender en el pueblo. Hasta los mismos que sentenciaron a Galileo se reconocen hoy arrepentidos de haberlo hecho, y nada lo acredita tanto como la conducta de la misma Italia. Por toda ella se enseña públicamente el sistema copernicano y newtoniano; no hay religión que no le de a la prensa. Los padres Leseur y Boscowick, y aun la Academia de Bolonia no aspiran a otra cosa. ¿Puede haber prueba más evidente de que no cabe en ellos ni aun la sola sospecha de herejía, que fue la condenada, y que lejos de ella abrazan el sistema como único?".


Como diría un peridista actual: se puede decir más alto pero no más claro.

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